Carta a Eneida Abarca, la madre salvadoreña que no dejará de buscar a su hijo

Carlos desapareció en 2022 y su madre, Eneida Abarca, no ha dejado de buscarlo. Pegó carteles, pidió ayuda y enfrentó el silencio de las autoridades. Pero no se rinde. En un país donde el olvido es norma, ella insiste en hacer la misma pregunta: ¿dónde está Carlos?

La campaña: “¿Dónde está Carlos?” fue iniciada en 2022 por Eneida Abarca, una ciudadana salvadoreña, madre de Carlos Ernesto Santos Abarca, quien desapareció en enero de 2022. Al no tener respuesta de las autoridades, Eneida inició una campaña mediática y ha tapizado las principales calles, avenidas y carreteras con carteles y pancartas con la foto de su hijo, preguntándole a la sociedad salvadoreña si lo hemos visto. Le arrancan los carteles, les tiran pintura, le dicen que está ensuciando la ciudad, pero ella insiste en preguntarnos dónde está.

La siguiente es una recreación a partir de la búsqueda de Eneida Argueta y de muchas más mujeres buscadoras en El Salvador.

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Es el año 2026. Ahora es el día en que Carlos se graduaría de su licenciatura. Uno de los días en las que las madres orgullosas abrazan a sus nuevos profesionales, el día en la que una dice misión cumplida. Durante estos años, algunos compañeros y profesores de su universidad se han mantenido en contacto contigo para preguntarte cómo va todo, pero cada vez te han ido escribiendo un poco menos. No sabés si es por miedo o por olvido.

Tomando el café de la mañana, en tu cabeza recordás que un día antes del 1 de enero de 2022, Carlos fue a la Catedral Metropolitana de San Salvador, desde entonces cada año encendés una vela ahí. Todo está en tu mente grabado como un tatuaje de preguntas sin respuesta; recordás todo como si fuera ayer, como si no hubieras pasado todos estos años buscando a tu hijo.

El 1 de enero de 2022 todo olía a recalentado y en las calles de San Salvador habían muchos restos de pólvora del año nuevo. Te amo, hijo. Nos vemos pronto, hijo. Al inicio tu mayor preocupación era que no tenía sus medicamentos, tenías miedo de que estuviera perdido y descompensado, pero tenías la plena certeza que iba a volver con alguna historia lógica sobre su retraso.

Pasaron los días, los meses, los años, los abismos y seguís en esta misma mesa esperándolo. Muchos cafés enfriados y las preguntas se cuelgan de las fotografías. Has cambiado, hay deudas y fatiga, has invertido todos tus recursos buscándolo. Diferentes personas y organizaciones buscan acompañarte en tu búsqueda, lo agradecés, pero sabés que lo que terminaría todo es finalmente encontrarlo.

Han surgido nuevas enfermedades en tu cuerpo, todas relacionadas a los efectos de la hipervigilancia, según te explica el doctor, pero no te alcanza el tiempo para ir a todos los controles médicos y mucho menos para comprar las medicinas. El sistema de salud público es una tortura. Sabés que necesitás tratarte médicamente de varios padecimientos, pero la búsqueda de tu hijo no puede esperar. Has conocido a otras en la búsqueda: madres, hijas, hermanas; unas han denunciado, otras no han podido hacerlo.

Por seguridad te recomiendan cambiar tu número de teléfono, pero no lo has cambiado porque tu corazón tiene la plena certeza de que llamará, que habrá otra persona en la otra línea que te dé la certeza de dónde está. Te levantás a la misma hora y seguís la misma rutina porque él sabía cómo era tu día a día; si pudieras, no te cambiarías de ropa para que te reconociera en la calle.

Al inicio toda la familia te acompañó a buscar, las palabras de las autoridades te hacían sentir segura, que era posible hacer algo, que lo iban a encontrar. Te aferraste a estas certezas como la noche se aferra a la luna. Seguiste preguntando, insistiendo. Las preguntas de una mujer que incomoda. No sos una política, solo una madre con una pregunta sin contestar. Te bloquearon, te dejaron de escuchar porque nunca te callaste ni te callarás.

Cuando las autoridades dejaron de contestarte, decidiste plagar toda la ciudad de letreros con su cara preguntando dónde está. Muchos se detuvieron para leer los carteles pero nadie pudo responder la pregunta. Nadie sabe, nadie supo. Primero fuiste la madre que espera, después la ciudadana que pregunta, ahora la que busca. Solo querés saber dónde está él, dónde está tu amor y por qué nadie te responde.

Te acompaña tu hermana y, a veces, voluntarios buscan con ustedes. Las mujeres están solas buscando. Guardás los audios que tu hijo te enviaba por WhatsApp. Tu teléfono ya no tiene memoria y has tenido que borrar muchas cosas para poder mantener los archivos de WhatsApp – sus notas de voz, sus mensajes, sus fotografías. Cuando tu hijo te escribía no existían los mensajes efímeros en WhatsApp, así que todo lo que te dijo es permanente. Está marcado como un hematoma hermoso en tu corazón. A veces escuchás las notas de voz, para recordar cómo era su voz, qué letras se comía, la forma en la que pronunciaba la erre, las palabras que pronunciaba mal, las veces que te preguntó si compraba la marca A o la marca B en el súper. Revisás tus conversaciones con él para reafirmarte que existe y existió, que este vacío que va desde tus pies hasta tu cien no es un invento. Estuvo dentro de vos nueve meses y lo pariste.

¿Sabrán los volcanes dónde está tu hijo? ¿El cemento, el agua? ¿Recordarán las calles y el vehículo en el que lo subieron que él estaba ahí? ¿Por qué no hablan las aves y te confirman que lo vieron? O mejor que aparezca en tu casa y te dé un abrazo. Sabés que todo El Salvador te debe una disculpa. Todas y todos deberíamos de parar y acompañarte en tu búsqueda, parar todo hasta encontrar a tu hijo. Hasta encontrar a Carlos y a miles de desaparecidos y desaparecidas en El Salvador. Porque hay un beso en pausa que no descansará hasta entregarse.

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Las desapariciones en El Salvador son una herida abierta. Eneida Abarca lo sabe bien. Su hijo, Carlos, desapareció en 2022 y desde entonces no ha parado de buscarlo. Foto: Mediana

La desaparición forzada es una violación grave a los derechos humanos de una persona y se considera como un acto que atenta contra los derechos fundamentales no solo de la persona que ha sido desaparecida, sino que también de su familia y vínculos, quienes deben de intentar seguir su vida sin dejar de buscar, puesto que no pueden hacer un luto.

La desaparición no es un tema nuevo en El Salvador ni en el mundo. Durante la guerra civil salvadoreña, el Informe de la Comisión de la Verdad, estima que alrededor de 9,000 personas fueron desaparecidas por agentes estatales por ser consideradas “opositoras” al régimen. También durante el terror de las pandillas, dichos grupos tuvieron la práctica de asesinar a personas y esconder su cuerpo para que no fueran contadas dentro de los registros oficiales de homicidios.

La historia de Carlos y Eneida nos recuerda que en El Salvador hay categorías de ciudadanía. Hay ciudadanos que son buscados y protegidos y hay otros que no importan que desaparezcan, que sin importar el clamor de su madre nunca serán buscados.

En una entrevista el 7 de enero de 2025 en la radio YSUCA, Eneida habló sobre cómo ha realizado la búsqueda de su hijo desde el año 2022 y los desafíos que se ha enfrentado. Pide a las autoridades una respuesta. A la sociedad, le solicita empatía y que se unan compartiendo la información y la foto de su hijo.

Para actualizarse y acompañar la búsqueda de Carlos, se pueden seguir las siguientes páginas de Instagram y Facebook.

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