Ricky Mina reescribe su historia en un nuevo refugio de belleza

Siete años después de abrir su primer salón, Ricky Mina inauguró un nuevo espacio que no solo rinde homenaje a su trayectoria, sino que reafirma su visión de la belleza como refugio, como comunidad, como acto íntimo de transformación.

Por alguna razón, tal vez la luz, tal vez las plantas, el nuevo salón de Ricky Mina no parece una apertura, sino un regreso. No a un lugar físico, sino a una forma de entender la belleza, con pausa, con tiempo, con mirada. Aunque, curiosamente, también es un regreso literal. La casa donde ahora funciona el salón es una copia exacta de aquella que ocupó hace años, bajo la marca MINA, apenas a unas cuadras de donde estamos, sobre calle Las Palmas. La coincidencia arquitectónica le da al espacio una sensación extraña de déjà vu. Como si el pasado se hubiera puesto al día con el presente y le dijera “aquí estamos otra vez”.

Ricky aparece en medio de los invitados. Lleva el cabello de siempre, rubio, y una camisa negra de encaje. Hay un abanico en su mano y un gesto en su rostro que mezcla orgullo con una pizca de nerviosismo. A su alrededor, entre bocados de queso y uvas, se mueven modelos, periodistas, estilistas, fotógrafos, gente que ha sido parte de su historia desde 2017, cuando abrió su primer salón en Plaza San Benito. Aquel lugar era más pequeño, más íntimo, pero igual de lleno de texturas, colores y silencios. Era un laboratorio, ahí se inventaban imágenes.

Ricky Mina junto a su amigo y fotógrafo Roberto Molina durante la inauguración de su nuevo salón. Una amistad de años que ha sido clave en la construcción del universo estético de Mina. Foto: Mediana

Hoy, siete años después, las imágenes siguen apareciendo. Pero ahora hay más espacio para respirarlas. El salón nuevo tiene una iluminación cálida que no solo favorece los rostros, sino que también invita a mirarse distinto. Las paredes respiran arte. Los sillones son cómodos como las conversaciones que se tienen mientras se espera. Las manos que trabajan aquí, maquillistas, peinadores, manicuristas, coloristas, construyen pequeños rituales de belleza.

Bere y Los Pepes afinan guitarras en una esquina. Tocan en acústico, como si supieran que lo importante no es el volumen, sino marcar el momento. Alguien levanta su copa. Otra persona se toma una selfie. Ricky camina entre ellos y sonríe, agradece, abraza. Se mueve como alguien que ha aprendido a no tenerle miedo a los cambios.

Parte del equipo de profesionales que acompañan a Ricky Mina en esta nueva etapa. Técnicos de confianza con quienes ya ha tejido fórmulas creativas a lo largo de su carrera. Foto: Mediana

MINA no es solo un salón de belleza. Es un espacio donde la gente viene a reconstruirse: para una boda, para una sesión de fotos, para volver a gustarse. “La belleza es una forma de plantarse frente al mundo”, dice una clienta mientras le retocan los labios. Tal vez sin saberlo, repite una de las lecciones más claras que ha dejado Ricky en todos estos años.

Porque más allá de los servicios (maquillaje, peinado, uñas)  lo que se ofrece aquí es algo más difícil de nombrar. Llamemoslo confianza, mirada, paciencia. Y ese algo no se improvisa. Se construye con tiempo, con equipo, con una visión que no se rinde ante la urgencia. Ricky lo ha hecho rodeándose de los mejores, sí, pero también sabiendo cuándo parar, cuándo volver a empezar.

En una ciudad donde casi todo se hace a la carrera, este salón, ubicado en la calle La Mascota, número 252, se permite el lujo de invitarte a quedarte. Está abierto de lunes a sábado, de 8:00 a.m. a 6:00 p.m. Hay que pedir cita previa. Lo más probable es que, cuando llegues, Ricky esté ahí. Tal vez dándote la bienvenida. Tal vez preparando un nuevo comienzo.

La modelo y cantante Yeily con peinado de Ricky Mina, una muestra viva del estilo que define el trabajo del salón: expresivo, pulido y con sello propio. Foto: Mediana
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