Alrededor del árbol de San Martín, las familias salvadoreñas cuentan cómo viven la Navidad

El árbol de navidad transformó la plaza Salvador del Mundo en punto de reunión. Familias, sabores y rituales dieron forma a la noche más luminosa de San Martín.

El último sábado de noviembre, cuando diciembre todavía no empieza en el calendario pero ya se siente en la ciudad, la plaza Salvador del Mundo volvió a llenarse. Las familias llegan caminando desde distintos puntos, algunas con niños pequeños, otras con adolescentes que ya conocen el evento y saben exactamente dónde pararse. 

Hay quienes traen comida, quienes buscan café, quienes simplemente quieren estar ahí. El motivo es conocido: el encendido del árbol de Navidad de San Martín, una tradición que este año cumple doce años y que, más que anunciar una fecha en el calendario, marca el inicio práctico de la Navidad para miles de salvadoreños.

El árbol está al centro de todo. Mide 50 metros de altura y está cubierto por más de 500,000 luces LED. Todavía apagado, funciona como punto de referencia: “ahí nos vemos”, “de ese lado nos quedamos”, “desde ahí se ve mejor”. Mientras la gente se acomoda, el árbol ya cumple su primera función, la de reunir.

El conteo terminó y el árbol se encendió. Las luces marcaron el inicio de la Navidad mientras la pirotecnia acompañó el primer momento compartido de la noche. Foto: C.H. Thomas / Mediana.

Para Alejandra Mezquita, gerente de mercadeo de San Martín, esa es una de las razones por las que el proyecto se ha mantenido durante más de una década. “Ya son 12 años de tener esta tradición en El Salvador. Con este majestuoso árbol damos inicio a la temporada navideña”, explica. El árbol, añade, no es solo grande por su tamaño, sino por lo que representa. Una invitación a compartir. Este año, además, la decoración fue traída desde Europa y la estructura está hecha con un 90% de materiales reciclados, un detalle que habla de la intención de renovar sin romper con lo ya establecido.

Mientras se espera el inicio del programa, las conversaciones giran en torno a lo mismo. La comida, la familia, los rituales que se repiten cada diciembre. Thomas Hernández, uno de los asistentes, lo resume así: “Comer pavo a las 12:00 de la noche con mi abuela es una tradición que no puede faltar en mi casa”. Luego menciona otro elemento inseparable de la Navidad. “El pan dulce con café es lo que más me recuerda al sabor de San Martín cada Navidad”.

Alejandra Mezquita, gerente de mercadeo de San Martín, conversa con los medios antes del encendido del árbol, a minutos de que la plaza se convierta en punto de reunión. Foto: Mediana.

Esa relación entre comida y memoria aparece una y otra vez. Para Mariana Ruiz, los regalos siguen siendo una parte central de la celebración; para Adriana López, la cena ideal son los panes con pollo, “porque es una comida rica para compartir en familia”. Karla Andrade coincide: “Creo que una de las principales tradiciones es reunirnos en familia y que no nos falten los panes con gallina”. Lisbeth Miranda añade un matiz más espiritual, “es el momento para que la familia esté unida y dar gracias a Dios por un año más juntos”.

La noche avanza y el escenario se activa. La soprano Gracia Gonzalez abre la noche con canciones clásicas de Navidad. Su presentación introduce un tono solemne, breve, que ordena la atención del público. Luego sube Analu Dada y el ambiente cambia. Aparecen los aplausos más ruidosos, los celulares levantados por niñas y adolescentes que conocen sus canciones. Al bajarse del escenario Analu también habla de cómo vive estas fechas. “Encender las velas de Adviento” es una tradición que mantiene desde pequeña, dice. Más tarde, cuando se le pregunta por el momento más esperado de la Navidad en su casa, no duda en decir que es “el pavo que cocina mi abuelita”. Y cuando piensa en lo que intenta mantener vivo, habla de algo más amplio. “Hacer un momento especial para todas las personas que queremos”.

La soprano Gracia Gonzalez interpreta clásicos de la temporada y ordena el ritmo de la noche antes del encendido del árbol. Foto: Mediana.

El alcalde de San Salvador, Mario Durán, también se suma a las respuestas que dibujan este mapa de celebraciones. Para él, el pan con pollo sigue siendo un símbolo claro de la Navidad salvadoreña. El momento más esperado en su casa es la medianoche, ese punto exacto en el que el día cambia y la familia ya está reunida. Cuando se le pregunta quién se emociona más en su familia, responde sin rodeos: su hija, aunque admite que él también se deja llevar por el ambiente. En cuanto a los sabores de San Martín, menciona las galletas de jengibre como las que más asocia con esta época.

Antes del encendido, se explican los detalles técnicos: el sistema de iluminación está programado para encenderse por secuencias, activando los distintos niveles del árbol hasta completar la estructura entera. Las luces LED, además de su potencia visual, reducen la contaminación lumínica en un 90%. Es información concreta, pero el público espera otra cosa.

Vista aérea de la plaza Salvador del Mundo antes del encendido del árbol. Foto: C. H. Thomas / Mediana.

El conteo regresivo empieza casi de manera natural. No hace falta insistir. Diez, nueve, ocho. El árbol se enciende y la plaza se ilumina. Las luces recorren los 50 metros de altura y cambian de color en patrones que se repiten una y otra vez. Hay una reacción compartida, hay fotos, abrazos, niños señalando hacia arriba.

Para Luis Pedro Ibarra, gerente de país de San Martín, este momento concentra el sentido del evento. “No lo digo solo por las dimensiones de este árbol, sino por todo lo que representa: el amor, la unión familiar y la esperanza”. Recuerda que son doce años de encender esta tradición y de compartirla como un regalo para las familias salvadoreñas. “Queremos que cuando lo vean brillar recuerden que la esperanza y la unión familiar son las verdaderas luces de la Navidad”.

El cierre llega con un espectáculo de pirotecnia. Es breve, suficiente. Luego, la atención se desplaza hacia la villa navideña: galletas decoradas a mano, chocolate caliente, café, pupusas, yuca frita y comida típica. La gente camina, conversa, come. Algunos se quedan un rato más frente al árbol, otros se retiran con calma.

Una pareja espera el encendido del árbol entre conversaciones y miradas al cielo, como tantas familias que hacen de esta noche parte de su Navidad. Foto: Mediana.

El árbol se iluminará todos los días desde las seis de la tarde hasta la medianoche, hasta el 6 de enero, Día de Reyes Magos. Pero la noche del encendido tiene algo distinto. Concentra en un solo espacio muchas formas de vivir la Navidad. Regalos, panes con pollo o gallina, rezos, canciones, sabores heredados, momentos que se repiten cada año.

El árbol de San Martín no inventa esas tradiciones. Las recoge. Las ordena alrededor de su luz. Por eso, cada diciembre, miles de familias regresan a la plaza Salvador del Mundo, para reconocerse en lo que ya celebran en casa, pero esta vez acompañados.

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