Roka, la nueva apuesta de la chef Raquel Iglesias en el corazón salvaje de Sonsonate

En un rincón apartado de la playa Miravalle, la chef Raquel Iglesias ha creado un espacio donde la sostenibilidad y la autenticidad marcan cada plato. El viaje hacia Roka es tan memorable como los sabores que esperan en su mesa.

Llegar a Roka no es un trayecto cualquiera. Es una aventura que inicia sobre la carretera que conecta San Salvador con Acajutla, una de esas rutas donde el paisaje volcánico y los campos sembrados de maíz y caña de azúcar parecen acompañar cada kilómetro. Luego, el camino se vuelve más íntimo: una vía de tierra recta y polvorienta que se pierde entre extensiones de zacate, canales de riego, y ganado que pasta sin prisa. Al final de este trayecto, entre un mosaico de naturaleza y silencio, se encuentra la playa Miravalle, casi intacta, donde surge Roka, un restaurante que parece haber brotado del mismo entorno.

Desde los primeros pasos sobre el terreno, se siente que este no es un lugar común. El rancho de palma, las sillas y mesas hechas en Nahuizalco, y las paredes de cemento desnudo cuentan una historia de sencillez y autenticidad. Aquí, la chef Raquel Iglesias y su equipo de mujeres han creado un espacio que honra el sabor, la sostenibilidad y la comunidad.

Una pasión heredada

Camarones jumbo al estilo pilaf en emulsión de mariscos y pan: una combinación que resalta la frescura del océano y la tradición culinaria de la región. Cada bocado es una invitación a saborear lo más cercano al mar. Foto: Mediana

Para Raquel, la cocina no es simplemente su oficio, sino el hilo conductor de su vida. Creció rodeada de mujeres que cocinaban con amor y paciencia, especialmente sus abuelas. “Los domingos en casa de mi abuelita paterna eran mi día favorito. Todo giraba en torno a la comida: tortas de naranja, guisos que comenzaban a prepararse desde el sábado. Era algo más que alimentarse. Era una celebración familiar,” recuerda.

Entre esos recuerdos, la torta de naranja ocupa un lugar especial. Preparada con un licor que intensificaba su aroma y sabor, este postre era una obra maestra de su abuela. “Hace poco, después de que falleció, encontré su receta escondida en una de sus gavetas. Para mí es como oro,” confiesa Raquel. Ahora, ese hallazgo se ha convertido en una misión: replicar la torta de naranja en su menú, no como una simple reproducción, sino como una versión que honre a su abuela mientras añade su propio toque creativo. “Quiero que sea un homenaje, un plato que lleve esa nostalgia a quienes lo prueben, pero que también refleje lo que soy como chef,” dice con una mezcla de emoción y gratitud.

Esa conexión temprana con los alimentos y el acto de cocinar marcó profundamente a Raquel, quien desde niña encontraba en la cocina un espacio para expresarse. A los siete años, convenció a sus padres de que le dejaran preparar su propia lonchera. Lo que empezó como simples sándwiches evolucionó hasta camarones y pollo relleno. “Mi lonchera se volvió la envidia de mis compañeros,” dice entre risas.

A pesar de este amor por la gastronomía, sus padres le aconsejaron seguir un camino más práctico. Estudió comunicación y mercadeo, pero nunca dejó de cocinar. Un diplomado en cocina más tarde confirmó que su pasión no se había apagado, sino que solo esperaba el momento adecuado para desplegarse.

Cocina con raíces y visión

El Naufrago, un cóctel que captura la esencia del mar en cada sorbo. Con The Botanist Gin y un toque de Domain de Canton, este trago refleja la fusión perfecta entre los licores y los sabores marítimos. Foto: Mediana

El camino hacia Roka no comenzó en Miravalle, sino mucho antes, en las múltiples experiencias que moldearon a Raquel como chef. Al trabajar en proyectos costeros en la playa El Zonte, descubrió la importancia de integrar valores como la sostenibilidad y el respeto por el entorno natural. “Esos años en Palo Verde me enseñaron que un restaurante no solo alimenta, también impacta su comunidad y su entorno”, reflexiona Raquel. 

Finalmente todas esas ideas convergieron en Roka, donde la oportunidad de crear un restaurante desde cero resonó profundamente con Raquel. “Este lugar me atrapó desde el inicio. La naturaleza casi virgen, el aislamiento (…) sabía que aquí podría construir algo auténtico y sostenible”, explica.

Roka no es un restaurante pretencioso, ni sueña con ser uno. Su menú está diseñado para sorprender, pero también para reconectar al comensal con lo esencial. Aquí, la base de los platillos son ingredientes frescos, locales, y muchas veces únicos. El pescado y los camarones llegan directamente desde Los Cóbanos y Acajutla, gracias a una red de pescadores que trabajan a pocos kilómetros. Las tortillas son hechas con maíz criollo de una microproductora. El café viene de una finca en Sensuntepeque.

Los sabores, aunque basados en técnicas tradicionales, son reinterpretados con el sello creativo de Raquel. Uno de los platos favoritos del menú es un ceviche que fusiona maracuyá y dashi, acompañado de elementos inesperados como jocote y alguashte. “Quiero que la gente sienta la misma emoción que yo experimenté cuando probé algo único por primera vez", afirma.

Un espacio donde la naturaleza dicta las reglas

Roka es un reflejo del entorno que lo rodea. El diseño arquitectónico respeta la rusticidad del lugar. Las mesas, hechas con madera local, y los platos de barro de Ilobasco complementan la experiencia. El equipo de Roka, compuesto enteramente por mujeres de la zona, recibe entrenamiento constante no solo en técnicas culinarias, sino en el arte de la hospitalidad. Raquel ha llevado a estas mujeres a San Salvador, no solo para aprender, sino para inspirarse: “Queríamos que vivieran experiencias gastronómicas distintas, que entendieran cómo se monta un plato o se organiza una mesa, pero siempre desde el contexto de nuestra comunidad", detalla.

Un futuro con raíces profundas y alas amplias

Raquel Iglesias, al otro lado de la mesa, refleja la esencia de Roka: una mujer sencilla y auténtica, que, como su cocina, no busca pretensiones, solo la conexión genuina con el entorno y sus comensales. Foto: Mediana

En cada plato, en cada bebida, late el espíritu inquieto y explorador de Raquel Iglesias, una chef que ha sabido convertir su historia personal y su conexión con los sabores en una propuesta auténtica y única. Raquel no ve a Roka como el punto final, sino como el inicio de algo más grande. Sueña con replicar este modelo en otras ubicaciones remotas, explorando montañas o playas vírgenes. “Mi deseo es que Roka inspire a otros a salir de las rutas tradicionales. El Salvador es mucho más que Surfcity y San Salvador. Hay lugares hermosos como este en el que estamos, y quiero que este sea un ejemplo de lo que es posible cuando se honra el entorno y se trabaja desde el corazón”, dice.

En un país donde lo cotidiano y lo extraordinario a menudo se entrelazan, Roka se planta en medio del bosque costero como un recordatorio de que los grandes momentos se encuentran lejos de lo convencional, en un rincón apartado como Miravalle, donde la comida alimenta y sigue emocionando. Al salir de Roka, con el sonido del mar y el sabor de la última tortilla en la memoria, es difícil no sentirse parte de algo diferente. Este es un homenaje a lo local, a la creatividad y al compromiso con un futuro más humano.

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