El proyecto documental de Alex Golcher y Roberto Anaya busca resignificar la vejez a través de fotografías, música y relatos. Una mirada íntima y política sobre las abuelas y abuelos de Centroamérica.
El pasado 28 de agosto se presentó al público el Club de las abuelas, un proyecto de Alex Golcher y Roberto Anaya. Tuvo lugar en Luma panadería, cafetería de especialidad y de vez en cuando espacio cultural. Fue una noche lluviosa de fotos y música por Alex siendo voz, y José Luis Aguilar en la guitarra.
En la descripción de su cuenta de Instagram se lee “proyecto documental para la preservación de la cultura abuelítica”. Tengo que hacer un paréntesis aquí, porque me atraviesa una amistad de años con ambos, pero tampoco experimenté nunca la dinámica con abuelos, por lo que mi perspectiva sobre la muestra se limita a lo contemplativo, para bien o para mal. Dicho esto, lo “abuelítico”, término con el que he visto desde hace tiempo cómo Alex y Roberto juegan, atestiguan e imaginan, no me es ajeno, y será citado a lo largo de este texto.
Alex Golcher es antropóloga y cantante, de lo segundo hay un público particular con el que hay afinidad mutua, y es el de los abuelos. En una ocasión trabajé como fotógrafa cubriendo un evento donde ella cantó, era un cumpleaños con asistentes en su mayoría, con edades por arriba de los 70 con seguridad. Hubo mucha solicitud de canciones y mucha emoción, lo que me recuerda además un documental que vi hace años sobre el ejercicio de la música con la mente humana en esta etapa de la vida, pero eso es tema para otra ocasión.

Roberto Anaya es fotógrafo multidisciplinario, y en secreto es ingeniero titulado y escritor de clóset. Desde proyectos como El retrato, documentación de memoria histórica del Mozote, entre muchísimos otros más, su tendencia hacia las humanidades y lo holístico (estudio del humano en su totalidad) son residentes permanentes en sus formas de creación.
Conversé con ellos unos días después de la muestra. Partí desde el origen, desde el primer destello de lo abuelítico como forma de existir en sus mentes. Desde antes de conocerse, ambos ya documentaban las vidas de sus abuelas, Haydeé “Lilla” abuela de Alex en Costa Rica, y Pelancha abuela de Roberto en Quezaltepeque, El Salvador. A pesar de no compartir en absoluto espacios geográficos, la construcción de estos son similares, en sus hábitos y estéticas, como las figuras religiosas, los muebles para guardar objetos que son para la decoración no para el uso, productos para el cuerpo, espacios o artefactos para los nietos, y la lista sigue. Buscan humanizarles en sus complejidades, como dicta su manifiesto que puede encontrarse en su cuenta de Instagram.
“Parte de la documentación del Club de las abuelas tiene que ver también con cosas inmateriales, en este caso la escritura”, Roberto Anaya.
¿Por qué las abuelas?

Al plantear esta duda, Alex responde que “es una figura familiar, no por lo romántico sino porque todos tenemos una”, o hemos visto una o tenemos cerca una. Según el Censo de Población y Vivienda de El Salvador del 2024, de una población de más de seis millones de habitantes, hay un total de 894,435 adultos mayores. Alex y Roberto clasifican en su universo abuelítico a la tercera y la cuarta edad, término que si bien no es empleado en territorio nacional, ambos utilizan como herramienta para dar forma al universo abuelítico. La tercera edad es desde los 60 años, la cuarta desde los 80, siendo esta última la que más les atrae.
La fijación por esto, nace como un ejercicio de nostalgia ante la mudanza de país de ambos. Y es que aunque el paso del tiempo nos envuelve a todos, “la relación con la muerte en la cuarta edad es diferente, cambia tu perspectiva de vida” dice Alex. Al migrar, quien se va, congela los espacios y personas en una imagen mental, pero aunque no estemos viendo, estas se mueven, cambian, y algunas inevitablemente, se marchan.
Fotografía y antropología

Roberto dice que “Una de las grandes bondades de la foto es que complementa casi cualquier disciplina, en este caso las ciencias sociales, antropología, historia, ciencias que necesitan validarse de la evidencia”, y en este caso de estudio abuelítico, “la fotografía es la evidencia” complementa Alex. Evidencia que ellos utilizan para mostrar este universo, muchas veces olvidado. “No estamos recreando, todavía, estamos documentando”.
¿Por qué no video? Pregunto, Alex explica “en el video hay que poner pausa y poder ver patrones, y no se puede hacer con otro medio que con la fotografía”. La fotografía nos lleva a un lugar de observación al alcance de todos, similar a la pintura o el dibujo, donde la prisa no nos lleve a correr para buscar claves o detalles, sino a tomar pausas, a ser mesurados, abuelíticos.
Política y tiempo

Lo abuelítico en relación a la memoria es un acto político, y lo es desde el ejercicio individual de la memoria histórica. “Es un manifiesto político de la valoración del patrimonio propio, sean tus abuelos o no, para tomar consciencia de cuido del patrimonio colectivo” dice Roberto y añade “Tolstoi dijo, ´cuenta algo de tu aldea y serás universal´. A veces queremos explicar lo macro y nos olvidamos de lo que tenemos a la mano”.
También la idea de las labores de cuidado es un tema que se menciona en el mundo abuelítico, “No todas las personas mayores cuidan, pero todas -deberían ser- son cuidadas por ser mayores. El modo de vida del abuelo va a cambiar mucho”. Con proyecciones de poblaciones jóvenes reducidas versus poblaciones de la tercera o cuarta edad en aumento, las labores de cuidado tienen un panorama incierto. Las soluciones a esta problemática son variadas según a quien se le pregunte. Lo que sí es un hecho, es que el sistema público debería estar preparado para enfrentarse a ello.
A esto, se suma la forma actual de las terceras edades. Las abuelas hoy en día, tienen dinámicas distintas a las abuelas de hace 20 años o más. Con el tiempo, las abuelas con tiempo libre y con menos nietos (o ninguno) se van multiplicando. Se aspira a “nunca envejecer, la negación de la vejez y de la muerte” dice Alex. Las formas abuelíticas están evolucionando hoy mismo.
Proyecciones abuelíticas


El Club de las abuelas es un proyecto en expansión, no limitado a abuelas sino a toda persona de la tercera y cuarta edad. Para verles como seres que no paran de evolucionar, y para proyectarnos y preguntarnos cómo seremos. Como cuando en la infancia imaginábamos la adultez, imaginarnos la posibilidad de una vejez.
Hay intenciones de documentar a la mujer mayor afuera de los espacios domésticos, abuelos con robots, abuelos con otros hábitos para vestir “Quiero ver un abuelo en jeans”, en Latinoamérica no es común que utilicen dice Alex, “Mi abuela en Ohio usaba blue jeans” dice Roberto, como si de ver un ovni se tratara, por el acto tan lejano y fugaz que representó. Quieren ver a la abuela salvi, cómo estas hacen su espacio afuera, a los que están en asilos, abuelas que cuidan abuelas.
También hablan mucho sobre cómo se imaginan como abuelos “Quiero cultivar capital social, vínculos, el adulto mayor tiene que ser flexible, tener amistades de todas las edades” dice Alex. “Yo no sé si voy a ser abuelo” dice Roberto, al menos no biológicamente, pero saben que hay otras formas de serlo. También menciona “Humberto (uno de sus mejores amigos y recién miembro de la tercera edad) no te dicta cosas, es un mentor. Me veo así”. Alex dice “No vivir desconectada de la realidad…las conexiones humanas son lo mejor. Construir comunidad, más que un espacio físico, que es importante, un espacio humano, amistades. Los vínculos nos van a salvar”.