AMPD LABS, startup con participación salvadoreña, acaba de recibir una inversión cercana al millón de dólares del grupo sueco SnowOak Ventures. Desde el Crypto Valley suizo, el equipo impulsa el desarrollo de infraestructura financiera que une diseño, regulación y tecnología.
Zug no es solo una ciudad pequeña entre montañas y lagos. En sus calles ordenadas, donde la nieve parece caer con puntualidad de reloj suizo, se concentra una de las mayores transformaciones tecnológicas del mundo. Allí, en el llamado Crypto Valley, una empresa con raíces salvadoreñas está levantando los cimientos del futuro financiero global.
AMPD LABS, fundada por Max Zurlino, Samuel Portillo y Carlos Arnecke, acaba de recibir una inversión estratégica de un millón de dólares por parte del grupo nórdico SnowOak Ventures, responsable de llevar soluciones de nube a algunas de las instituciones más grandes del norte de Europa.
Pero lo que realmente importa no es la cifra, sino lo que simboliza una alianza entre culturas que rara vez dialogan en el mismo idioma tecnológico. “La precisión suiza, la fiabilidad nórdica y la velocidad salvadoreña”, dicen los representantes de AMPD LABS.

Durante dos años, AMPD LABS trabajó de manera discreta, casi en la sombra. Mientras otros competían por atención mediática, ellos apostaron por algo más difícil, construir la infraestructura invisible que hará posible una nueva era de finanzas digitales. Su misión no tiene que ver con especular o minar criptomonedas, sino con diseñar los sistemas que harán del blockchain una herramienta útil, regulada y humana.
En un mundo saturado de promesas tecnológicas, ese enfoque parece casi revolucionario, volver a la raíz, a la ingeniería silenciosa. “Abordamos las finanzas como un problema de diseño”, dice Samuel Portillo, el cofundador salvadoreño que lidera la estrategia de diseño. Su frase encierra la filosofía de la compañía. Cuando el sistema está bien pensado, la eficiencia y la regulación dejan de pelearse. No hay fricción. No hay caos. Solo claridad.
Los que construyen para que otros construyan

El equipo lo conforman tres mentes que parecen haber nacido en latitudes distintas pero comparten una misma obsesión por construir confianza. Zurlino, suizo, es uno de los pioneros de la Web3 en Europa. Portillo, salvadoreño radicado en Alemania, ha hecho del pensamiento de diseño una forma de conectar personas con sistemas complejos. Y Arnecke, también salvadoreño, es un diseñador obsesivo con la precisión, que entiende la estética como una forma de ingeniería. Entre los tres, forman un puente que une el orden con la velocidad, la estructura con la improvisación.
Desde sus oficinas en Zug, Örebro y San Salvador, AMPD LABS desarrolla las capas tecnológicas que nadie ve, pero que sostienen las operaciones financieras del futuro: automatizaciones, integraciones blockchain y arquitecturas de datos que buscan reducir la fricción entre instituciones, empresas y usuarios. Es, en palabras de Arnecke, “usar inteligencia no para imitar el pensamiento, sino para eliminar obstáculos”.
Lo que está en juego aquí es enorme. Si la primera ola del blockchain fue especulación, la segunda es infraestructura. Sistemas auditables, regulados y accesibles. En ese terreno, AMPD LABS no se vende como una promesa futurista, sino como un laboratorio de ingeniería que entiende que la confianza no se decreta, se construye, línea por línea de código.
Entre la precisión y la velocidad

Esta noticia es una señal para el ecosistema de startups salvadoreñas que comienzan a abrirse paso fuera de las fronteras. AMPD LABS se convierte en un caso emblemático de cómo el talento creativo y técnico de la región puede integrarse en circuitos globales, no solo como proveedor, sino como coautor del futuro.
Ahora, la innovación ya no viaja solo desde Silicon Valley hacia el resto del mundo, sino también desde lugares que alguna vez se consideraron periféricos. Como explica Zurlino, “el futuro del blockchain está en los usos reales. En sistemas regulados, auditables y centrados en las personas”. Esa frase resume el horizonte que se abre para muchas startups salvadoreñas que hoy experimentan con inteligencia artificial, diseño de producto o fintech desde rincones que antes nadie miraba.
En un contexto donde las inversiones regionales siguen siendo escasas, este tipo de alianzas internacionales demuestran que la escala no siempre depende del tamaño del mercado, sino de la claridad de la visión.