CoreNest: la apuesta millonaria que busca transformar a El Salvador en un hub tecnológico regional

Conversamos con José Roberto Duque, CEO de CoreNest, la aceleradora y fondo de inversión que busca convertir a El Salvador en el Silicon Valley de Latinoamérica, con una apuesta inicial de $25 millones y la meta de acelerar 300 startups en los próximos cinco años.

La lluvia caía con fuerza aquella mañana de septiembre cuando José Roberto Duque llegó al café con su mochila en la espalda. El tráfico retrasó el inicio de nuestra entrevista, pero él parecía inmune al caos. “Así es como nacen las cosas grandes, dijo sonriendo, en medio del ruido, la lluvia y el movimiento”. Nos habíamos reunido para hablar sobre CoreNest, la nueva aceleradora y fondo de inversión que promete convertir a El Salvador en el Silicon Valley de Latinoamérica. Una idea tan audaz, pero también tan magnética como la convicción con la que él la pronuncia.

Durante casi una década, José Roberto lideró Impact Hub San Salvador, una de las plataformas que empujó el crecimiento del ecosistema emprendedor en el país. Desde ese lugar, acompañó a decenas de startups en su madurez y expansión internacional. “Yo creo que CoreNest nace de una necesidad latinoamericana”, explica mientras acomoda su taza. “Hay mucha innovación que quiere crecer, pero no siempre encuentra el capital ni el ecosistema adecuado”.

Esa palabra, ecosistema, es clave en su discurso. La repite y la defiende. “Un ecosistema es cuando todos los aliados trabajan de la mano: academia, corporaciones, inversionistas, startups. Cuando eso sucede, la innovación fluye y se vuelve real”, apunta.

Una visión ambiciosa 
Eric Damier, José Roberto Duque, Bob Raz, Reza Bashash y Pedro Crespo durante el evento de lanzamiento de CoreNest en San Salvador, una iniciativa que busca posicionar al país como un hub tecnológico regional. Foto: Cortesía CoreNest.

CoreNest es, en palabras de su CEO, “una plataforma de inversión de riesgo con bases en Dubái, Canadá y Estados Unidos”. Sus fundadores, inversionistas con trayectoria en firmas como OpenAI, SpaceX, Grok y X, decidieron apostar por El Salvador tras reunirse con representantes del gobierno salvadoreño. De esa conversación nació la promesa de volver al país un centro tecnológico regional.

El fondo comenzó con una inversión piloto de 25 millones de dólares, con la intención de escalar a 100 millones en los próximos cinco años, según Duque. “El capital es el talón de Aquiles de Centroamérica”, dice José Roberto. “Durante años hicimos hackathons, bootcamps y programas educativos, pero eso solo hacía crecer a los emprendedores de manera horizontal, no vertical. El capital es lo que les permitirá escalar”, agrega.

“Creo que El Salvador puede convertirse en el nuevo hub tecnológico de Latinoamérica. A medida que más personas tengamos la convicción de que el país tiene la capacidad para hacerlo, lo va a lograr.” — José Roberto Duque, CEO de CoreNest.

Su plan es acelerar 300 startups en los próximos cinco años, cada una con una inversión inicial de $125,000 a cambio de equity. Las compañías pasarán por un proceso de aceleración de tres meses que replica el modelo de Silicon Valley, con mentores internacionales, formación en inglés, espacios de trabajo y un “día de pitch” cada viernes.

Pero CoreNest quiere ser más que una aceleradora. “Queremos que El Salvador sea el sandbox de la innovación”, dice Duque. “El país es pequeño, sí, pero eso puede ser una ventaja: validar una idea aquí cuesta menos. Si algo funciona en este mercado, puede escalar globalmente. Queremos que El Salvador sea el puente antes de que una innovación se vuelva global”.

El patriotismo como propósito

Cuando le pregunto si siempre pensó que podía hacerlo desde aquí, José Roberto sonríe con nostalgia. “Yo siempre he sido bien patriótico”, confiesa. “Cuando estudiaba en Argentina o en Barcelona, me dolía que la gente solo asociara a El Salvador con la violencia. Hoy la percepción está cambiando. El país está siendo visto como un hub tecnológico, y eso es algo que hace diez años era impensable”.

Ese impulso personal lo ha guiado desde hace más de una década. Su misión, más allá de levantar capital o atraer startups extranjeras, es cambiar la narrativa del país. “Siento un compromiso con el ecosistema y con todos los aliados que han creído en esto. Lo que queremos es demostrar que desde aquí también se puede construir un futuro innovador”.

Un país pequeño con grandes ambiciones
José Roberto Duque, CEO de CoreNest, se dirige al público reunido en el Palacio Nacional durante el cóctel de lanzamiento del fondo inicial de $25 millones, destinado a impulsar startups salvadoreñas y latinoamericanas. Foto: Cortesía CoreNest.

En la práctica, CoreNest busca atraer talento internacional para complementarlo con el local. Las startups que participen recibirán acompañamiento legal, fiscal y migratorio: desde el proceso de incorporación hasta la residencia. “Queremos atraer fundadores de toda Latinoamérica”, explica Duque. “No se trata solo de traer capital, sino conocimiento. Cuando el talento extranjero se mezcla con el local, todos crecen”.

El proyecto comenzará su primera convocatoria entre octubre y diciembre de 2025, con el primer grupo de aceleración previsto para febrero de 2026. Su sede, de unos mil metros cuadrados, ya está en negociación con socios inmobiliarios. El plan es claro. Posicionar a El Salvador como el lugar donde se crean las empresas del futuro.

“Queremos ver salir de aquí los próximos unicornios de Latinoamérica”, dice Duque con una seguridad que, por momentos, desarma. “Desde CoreNest podría salir el próximo Google o el próximo Tesla”. La comparación suena desmesurada, pero él la lanza sin titubeos.

Una narrativa de prosperidad
El empresario Alejandro Argumedo, su pareja Isabela García Manzo y José Roberto Duque durante el cóctel de lanzamiento de CoreNest. Argumedo lidera actualmente Tohkn, una plataforma de inversión latinoamericana. Foto: Cortesía CoreNest.

La conversación se desliza hacia un punto inevitable: ¿qué significa hablar de prosperidad en un país que todavía enfrenta desigualdades profundas? Duque hace una pausa antes de responder. “Yo creo que el país está creciendo. Está buscando independencia, no solo financiera, sino de pensamiento. Países como Israel o Singapur lograron transformarse a través de la innovación. Nosotros podemos hacerlo también”.

Su visión, sin embargo, no puede separarse del contexto político en el que nace CoreNest. Con el respaldo del gobierno salvadoreño, la iniciativa se inserta en una narrativa nacional de modernización tecnológica y apertura a la inversión extranjera. CoreNest surge precisamente en ese punto de contacto, donde la innovación se convierte tanto en un proyecto de país como en una oportunidad de negocio, y donde el entusiasmo convive con la cautela.

“Vamos a invertir en 300 startups. Si apenas cinco o diez logran consolidarse, eso podría multiplicar por diez el tamaño de nuestra economía. Así de grande es la apuesta que estamos haciendo como país.” — José Roberto Duque, CEO de CoreNest.

Duque, por su parte, elige el optimismo. “Creo que todos estamos trabajando para cambiar la realidad del país”, afirma. “El gobierno, las empresas, los emprendedores. Hay una energía colectiva que antes no existía”.

La visión de CoreNest convive con otras miradas sobre El Salvador, un país que busca reinventarse, pero que aún atraviesa procesos complejos de cambio. En ese contexto, la idea de convertir al país en un centro tecnológico se percibe tanto como un impulso necesario, como una apuesta ambiciosa cuyo desenlace todavía está por verse.

El legado

Antes de despedirnos, José Roberto vuelve al tema que parece impulsarlo todo. “No hago esto por una medalla”, dice. “Lo hago porque quiero que las próximas generaciones encuentren un camino claro para crecer. Tengo dos hijas, y mi propósito siempre ha sido dejar un mundo mejor del que yo vine”.

Mientras la lluvia pierde su fuerza con el calor de la mañana, la voz de José Roberto mantiene la calma de quien cree que los sueños se construyen con trabajo, pero también con fe. CoreNest aún está en su etapa inicial, y nadie puede asegurar qué tan lejos llegará. Pero hay algo en la convicción de Duque, en esa mezcla de idealismo, estrategia y patriotismo, que resulta contagioso.

Tal vez ahí resida su fuerza. En creer que incluso en un país pequeño, atravesado por contradicciones, se puede incubar una visión global. En imaginar que, con suficiente impulso, un nido en el corazón de Centroamérica pueda hacer volar ideas capaces de cambiar el mundo.

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