Una nueva barra se suma al circuito gastronómico de San Benito con visión salvadoreña

Los creadores de El Xolo amplían su universo gastronómico con Gracia, un espacio íntimo inspirado en la fuerza femenina del jaguar, donde la coctelería de autor y la cocina mestiza se entrelazan en una atmósfera pensada para quedarse.

En San Benito, donde la ciudad parece ensayar cada noche su versión más sofisticada de sí misma, abrió un nuevo espacio que huele a fuego, maíz y a conversaciones largas. Su nombre es Gracia. Es el segundo proyecto de Alexander Herrera y Gracia Navarro, los autores detrás de El Xolo, el restaurante que puso a El Salvador en la lista de los Latin America’s 50 Best Restaurants y que recientemente recibió un cuchillo en The Best Chef Awards 2025.

Gracia no es una continuación de El Xolo, aunque lleva su mismo pulso. Es más bien un desvío. Una extensión nocturna, líquida, de la hospitalidad que los define. Aquí el fuego no se enciende solo para cocinar, sino también para iluminar las copas que tintinean bajo una luz tenue.

La pared intervenida por Gabriel Granadino da identidad al espacio, un trazo que evoca la piel del jaguar y marca el territorio visual de Gracia. Foto: Cortesía Gracia.

Durante su semana de soft opening, entre tragos y murmullos, se comienza a entender que este lugar está hecho para quedarse. El ambiente es íntimo y controlado. Un grupo reducido de invitados, entre ellos colegas cocineros como Fernando Ruiz (Pecado) y Neto Zablah (Yuzu), se acercaron a la barra para probar los primeros cócteles del mixólogo Jarvín Martínez. Entre las mesas se notaba también la presencia de la ministra de Turismo, vieja amiga de los chefs, que llegó no tanto como autoridad sino como compañera.

En Gracia, la coctelería es la protagonista. Los chefs lo han dicho. Este no es un restaurante con barra, sino una barra que se acompaña de buena comida. Los vinos naturales, los cócteles clásicos reinterpretados y las mezclas de autor se piensan aquí como un idioma propio. Los platos, de inspiración latino-asiática, con maíz criollo, ajíes, cítricos y fermentos, se escriben al margen, como notas al pie de un trago.

Una barra nacida del fuego y la gratitud

Detrás del concepto hay una historia más profunda. Gracia no solo lleva el nombre de su creadora, sino también de su recuperación. En julio de 2024, Gracia María Navarro fue sometida a una cirugía cerebral para remover un tumor. El proceso de sanar se volvió un motivo, una metáfora, un nombre. De ahí nace este proyecto. Como un gesto de agradecimiento, un homenaje a la vida, al cuerpo que resiste y a la cocina que cura.

“Si se pudo”, dijo Alex durante su discurso de inauguración, con voz temblorosa pero firme. “Nos costó más de lo que pensábamos, pero lo disfrutamos más de lo que creímos”. Lo escuché con una mezcla de emoción y respeto. No hablaba solo de un restaurante, sino del recorrido que ambos han hecho en una industria que exige tanto como da. En su manera de agradecer había algo profundamente comunitario. Mencionó también a su equipo, a sus madres, a quienes creyeron en ellos. También hubo espacio para agradecer a quienes dudaron. “Por ellos, por nosotros, por nuestro barrio”, concluyó.

Un nuevo refugio para las noches de San Benito
Los chefs Alex Herrera y Gracia Navarro, creadores de Gracia y El Xolo, apuestan por una nueva forma de disfrutar la coctelería en la ruta gastronómica de San Benito. Foto: Cortesía Gracia.

El distrito gastronómico de San Benito se ha vuelto un mapa de ambiciones y estilos. Cada nueva apertura compite por atención, pero Gracia parece no tener prisa por ganarla. Su fortaleza está en la atmósfera: los tonos negros, marrones y dorados crean un espacio que invita a quedarse, a hablar despacio, a dejar que la noche se acomode en la piel. El murmullo constante, ese rumor que solo ocurre cuando un sitio empieza a ser querido, ya comienza a reconocerse entre las paredes.

El diseño gráfico del artista Gabriel Granadino completa la escena. La letra “g” del logo, descompuesta y reinventada, evoca la piel del jaguar. Femenina. Misteriosa. Indomable. “Gracia es la versión femenina de El Xolo”, me dijo Granadino. “Si el Xolo es un perro, Gracia es un jaguar”, contó el artista. La frase no necesita explicación. El jaguar, en la cosmovisión mesoamericana, es el que puede ver en la oscuridad, el que cruza los límites entre mundos. Es, también, el que protege y transforma.

Esa energía parece flotar en el aire. Tal vez por eso, cuando uno entra, siente algo más que una barra. Detrás de este esfuerzo hay una intención. Aquí la hospitalidad no se mide en protocolos, sino en ritmo. Los bartenders se mueven con la precisión de una coreografía invisible; las copas se llenan sin pedirlo; las conversaciones se vuelven confidencias.

El espíritu del jaguar y la cocina líquida

Gracia tiene todo para ser uno de esos lugares que marcan una época: una propuesta sólida, un equipo experimentado, una historia poderosa detrás. Pero más allá del pronóstico, lo que ya logra y eso se siente desde el primer sorbo, es recordarnos por qué vale la pena salir a comer, o mejor dicho, a beber. Porque a veces la vida se entiende mejor entre la espuma de un trago y la complicidad de una mesa compartida.

El Xolo fue el inicio de una nueva narrativa para la gastronomía salvadoreña. Una cocina que se atrevió a mirar hacia adentro, hacia los ingredientes del país, para contarse con voz contemporánea. Gracia, en cambio, es la pausa, el respiro, el espacio íntimo donde esa narrativa se relaja y se vuelve líquida.

Quizás por eso, cuando uno sale de ahí, lleva algo distinto en el cuerpo. No solo el sabor de un cóctel o el recuerdo de un plato, sino la certeza de haber sido parte de una celebración. De la gratitud convertida en hospitalidad. De una historia que, en lugar de repetirse, sigue creciendo.

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