Los fundadores de Dloop, Applaudo y Kazu revelan sus errores más duros en la FuckUp Night de Impact Hub

En la FuckUp Night organizada por Impact Hub, los fundadores de Dloop, Applaudo y Kazu compartieron errores, caídas y aprendizajes que rara vez se cuentan en público. Una noche para hablar de fracasos reales dentro del ecosistema emprendedor salvadoreño.

A veces el silencio se parece al fracaso. Una sala llena de gente, las luces tenues, y un emprendedor frente al micrófono diciendo: “la app que íbamos a lanzar en 4 meses se tardó 1 año y 4 meses”. No hubo carcajadas. No hubo aplausos. Solo una pausa y muchas cabezas asintiendo. Como si todos, en algún momento, hubieran estado ahí. En la incertidumbre, en el fuego cruzado de las dudas, en el terreno movedizo que separa una gran idea de un gran error.

Así comenzó la FuckUp Night, organizada por el Impact Hub San Salvador, en el auditorio de Applaudo este martes 1 de julio. Una noche para hablar de lo que nadie quiere mostrar en LinkedIn. Una noche para decir “la cagué” sin disfrazarlo de aprendizaje inmediato. Pero también, una noche de comunidad.

José Roberto Duque, anfitrión del evento, abrió paso a las historias de tres empresarios salvadoreños que han probado tanto el vértigo del éxito como la caída libre de los fracasos.

Dloop
Juan Rivas, fundador de Dloop, relató cómo su emprendimiento nació en medio de un incendio. Una app que tardó más de un año en estar lista, marcas que se retiraron y una fe que resistió las llamas. Foto: Mediana

Juan Rivas, CEO y cofundador de Dloop, habló de cómo una campaña de expectativa se volvió una espera interminable. Las marcas se fueron. El dinero también. Y la ilusión comenzó a oxidarse. “Llegó un punto donde sentís que vas con las piernas hinchadas. Ya no tenés las mismas herramientas para salir a competir”, dijo. Pero se quedó. Convirtió el fracaso en músculo. “El fracaso tiene que ser inteligente. Hay que aprender a trabajar con poco, a optimizar, a confiar”.

La historia de Juan no es solo la de una app que tardó más de lo prometido. Es también la de una familia que creyó a ciegas, de noches sin dormir, de silencios incómodos en los que una voz dentro de él le preguntaba si tenía madera para esto. “A veces sentía que estaba arrastrando algo que ya no tenía forma”, dijo. Pero en vez de abandonar, se obligó a ver lo que quedaba: la convicción, el equipo, la necesidad real detrás de su producto. Aprendió a moverse con menos, a ser eficiente no por estrategia sino por obligación. 

"El fracaso tiene que ser inteligente. De que nos vamos a caer, nos vamos a caer… pero hay que aprender para no caer tan fácilmente", Juan Rivas, CEO y cofundador de Dloop.

“Quemamos un par de miles de dólares que dolieron”, contó, “pero fue mejor fallar con poco que fracasar en grande sin haber aprendido nada”. Hoy, con Dloop en el mercado, Juan sigue enfrentando retos, pero lo hace con la piel más gruesa y una intuición más fina. Ya estuvo en el incendio, y aprendió a caminar sobre brasas sin arder.

Applaudo
José Giammattei, cofundador de Applaudo, compartió el golpe más duro de su carrera: la pérdida de su socio y amigo, una crisis financiera y el desafío de liderar desde el dolor. Foto: Mediana

Luego vino José Giammattei, CEO y cofundador de Applaudo, quien no trajo una historia de negocios fallidos, sino de duelo. Su socio y mejor amigo murió repentinamente. Y de pronto, la empresa que habían levantado juntos empezó a perder un millón de dólares al mes. “No podía mostrarme débil”, dijo. “Pero tampoco indiferente. No sabía cómo actuar”. Encontró apoyo en su equipo. Recortó personal. Siguió adelante. Y entendió que a veces la única forma de seguir es tomar decisiones sin pensarlas tanto. Con frialdad. Con amor.

A José lo salvó su instinto. Mientras lidiaba con una crisis financiera y emocional a la vez, entendió que ser líder no es saber todas las respuestas, sino estar dispuesto a actuar incluso cuando no las tiene. Durante semanas, operó entre llamadas a inversionistas, despidos masivos y pañales recién comprados. “Había días en los que me preguntaba si estaba construyendo algo... o solo sosteniéndolo por costumbre”, confesó. Pero bastó una reunión con su equipo para recuperar el foco. 

"Pasé de estar en la cúspide a sentirme completamente solo, con una empresa perdiendo casi un millón de dólares al mes", José Giammattei, CEO y cofundador de Applaudo.

Decidió pensar en batallas pequeñas, en movimientos tácticos, y se dedicó a estabilizar a quienes lo rodeaban antes que a él mismo. Hoy, Applaudo se mantiene como una de las empresas tecnológicas más fuertes de la región, y José ya no busca estar en la cúspide de nada: ahora sabe que el impacto verdadero ocurre cuando se lidera desde la vulnerabilidad, no desde el pedestal.

Kazu
Héctor Meza, CEO de Kazu, recordó el día en que presentó su proyecto por primera vez… y nadie se quedó a escucharlo. “Pensé que el problema era yo”, dijo. Pero no se detuvo. Foto: Mediana

La última historia fue la de Héctor Meza, CEO y cofundador de Kazu. Su pitch debut terminó con todos los asistentes saliendo en silencio. Su evento estrella en Los Ángeles, con un venue de lujo, no tuvo público. Contrató gente equivocada. Perdió clientes. Regaló títulos para convencer a otros. Pero siguió. “Hoy por hoy somos la plataforma con el mayor inventario de propiedades en Centroamérica”, dijo. Y lo decía sin necesidad de adornar la historia.

El mayor error de Héctor no fue haber contratado a la persona equivocada ni haber apostado por eventos vacíos: fue haber dudado de sí mismo. Durante meses pensó que el fracaso de aquel primer pitch lo definía, que si nadie entendía su idea era porque quizás no valía la pena. “Llegó un punto en que pensé que tenía que reinventarlo todo”, contó. Pero poco a poco comprendió que muchas ideas simplemente llegan antes que su público, y que el rol del emprendedor es sostenerlas hasta que el mundo esté listo para recibirlas. 

Aprendió que el talento sin confianza es ruido, y que un equipo comprometido pesa más que un socio ruidoso. Kazu sobrevivió a los tropiezos porque, al final, Héctor dejó de regalar títulos y empezó a repartir confianza. No en promesas vacías, sino en una visión que, con todo y heridas, seguía latiendo.

"Terminé mi pitch esperando aplausos… y todos se fueron en silencio. Me quedé petrificado. Pensé: ¿soy yo el problema?", Héctor Meza, CEO y cofundador de Kazu.

El error como cambio de dirección

En las FuckUp Nights nadie se disfraza de héroe. Cada uno de los ponentes habla desde su quiebre, desde el momento exacto en que pensaron que ya no iban a poder. Pero también desde ese otro instante en el que, por decisión o por terquedad, eligieron seguir. Y esa es quizá la lección más poderosa que deja este espacio organizado por el Impact Hub San Salvador.

El emprendimiento no es una historia lineal de éxitos crecientes, sino un camino lleno de golpes donde lo único que te salva es la capacidad de levantarte. Una y otra vez. Y que compartirlo, contarlo, volverlo comunidad, también es una forma de resistir. Porque fracasar en voz alta, como lo hicieron ellos tres, es también una forma de construir país.

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